Después de conocer la decisión definitiva del Consejo de Estado que ordenó entregar las tres curules en el Senado de la República al Partido Político MIRA, las cuales fueron negadas desde el 2014 por las irregularidades en los escrutinios, surgieron muchas preguntas: ¿Desde cuándo se aplicará el fallo?, ¿Los senadores de MIRA alcanzarán a hacer algo durante los próximos meses?, ¿Cuáles congresistas deben entregar su curul, para que entren a los que la sentencia les reconoce el derecho?
Una de aquellas que causó más expectativa entre la opinión pública, consistía en saber cuánto costaría la indemnización por el daño que le causaron a MIRA y a sus senadores no elegidos en el 2014. ¿Por qué? Porque los que primero pagan los errores cometidos por el Estado, (en la práctica las autoridades o los funcionarios), sean de buena o mala fe, son todos los colombianos. ¿Cómo? Con el dinero que se aporta en los impuestos.
Por eso, cuando el Partido Político MIRA y los tres nuevos senadores anunciaron ante la ciudadanía que habían decidido no buscar una reparación económica, a pesar de tener derecho a ella, la noticia fue muy bien recibida por distintos sectores; en especial por la gente, porque no quedaban expuestos a solventar de sus recursos, los daños de los que otros son los verdaderos responsables.
Esta decisión de no pedir un pago en dinero para aliviar el mal causado, es coherente con las circunstancias que lo ocasionaron y, sobre todo, es solidaria con millones de hombres y mujeres de bien que en Colombia son la mayoría. El fraude del cual fuimos víctimas en las elecciones del 2014, no es responsabilidad de todos los colombianos.
Estamos seguros que la Sentencia del Consejo de Estado que recuperó las tres curules en el Senado a favor del Partido MIRA, es una decisión en la que gana la Democracia, gana Colombia y, como es natural, se convierte en un acto de desagravio a favor de la dignidad de la colectividad a la que pertenecemos, así como de todos los ciudadanos que con su voto, han depositado su confianza en nosotros, en cada una de las elecciones en las que hemos participado desde el año 2000, hasta la fecha.
Buscaremos una reparación simbólica, mediante la cual se lleve a cabo una especie de reconocimiento o un acto de desagravio, que sirva para destacar que, desde el principio en este largo proceso, la razón estuvo de nuestro lado.
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