Hace varias semanas hemos mencionado la importancia de los Planes de Desarrollo, que se están configurando en Departamentos, Distritos y Municipios, a instancia de los nuevos gobernadores y alcaldes elegidos.
El principal propósito de estas “hojas de ruta”, es convertir las promesas de cada Programa de Gobierno, en un Plan bien coordinado para los próximos 4 años, provisto de ejes, proyectos, metas e indicadores. Sin embargo no es menos verdadero que la ciudadanía está en capacidad de hacer los énfasis necesarios, para que temas muy importantes en el territorio, que no fueron tenidos en cuenta inicialmente por los candidatos, ahora sean incluidos mediante la participación.
Uno de ellos, entre los más formales por cierto, son los Consejos Territoriales y Municipales de Planeación. En estas instancias se dan cita representantes de los diversos sectores de cada población, y durante el mes de marzo, evalúan el proyecto de Plan de Desarrollo que les correspondió, lo analizan, proponen respecto de él, para finalmente emitir un concepto favorable o desfavorable.
Por otra parte, de acuerdo con las posibilidades de cada Entidad Territorial, se han habilitado plataformas para recibir, vía Internet, las propuestas que directamente la ciudadanía le quiera plantear al gobernante, en procura de que éstas sean incluidas de alguna manera, en el Plan de Desarrollo, para los años subsiguientes.
Sumado a lo anterior, también están los espacios de discusión y construcción colectivos, respecto de lo que es o no prioritario para la comunidad. Encuentros ciudadanos, foros en los territorios, conferencias, mesas de trabajo, son algunos de los muchos nombres que pueden tener estas reuniones, que junto con las herramientas anteriores, tienen por objeto promover el consenso sobre lo que habrá de hacer el gobierno recién posesionado.
Sin embargo, mal se haría al caer en un “mito de participación”, cuando la población apoya esta clase de ejercicios, pero las decisiones no reflejan en nada, o tal vez en muy poco, el clamor de la comunidad. Es preciso entonces que todas estas acciones propositivas, todos estos ejercicios de civilidad, cuenten con niveles importantes de incidencia.
Esto quiere decir que la participación ciudadana sea honrada, permitiendo que las iniciativas que de ella surgen, pasen de la voz al proyecto, y del proyecto a la realidad. Sólo así las personas, colectivos, plataformas, gremios, sectores, territorios, entre otros, podrán decir con orgullo: “Mi palabra también cuenta”, en esta Administración.
Columna en el diario impreso: