Camina sin prisa y quien la observa solo ve alegría y seguridad. Sus pasos son contundentes, como cuando un orador se enfrenta a su público y expone sus ideas sin titubear. Hace seis años, la vida la puso en un lugar donde su pasión por la política se desplegó, como aquella sonrisa que más bien parece una mariposa cuando abre sus alas, en la ya antaña película de El Cartero, de Neruda… Es metáfora.
Para Lina, una joven de 20 años, la mayor de tres hermanos, el debate y los foros son su existencia. Sin reparos asume el liderazgo y desde las aulas o auditorios de su alma máter, la Universidad del Rosario, en Bogotá, habla con experticia de reforma política, democracia y mujer.
Un día de 2015, una noticia le cambió la vida, cuando luego de haber relegado sus ilusiones de seguir estudiando, le informaron que era beneficiaria del programa estatal ‘Ser Pilo Paga’, hecho que le dio la oportunidad de estudiar jurisprudencia en el Rosario, donde ya cursa séptimo semestre y es líder de las bases miraístas en el centro superior.
Esta mujer, a quien sus padres le enseñaron el valor del trabajo, la honestidad y dedicación, le da gracias a Dios por las oportunidades y por la familia que la ha cobijado. “Mis padres son ejemplo de honestidad y trabajo duro para mí. Ellos son comerciantes y por esta razón he aprendido a ganarme las cosas desde joven con esmero. A mis 9 años nació mi hermano Frank, él se convirtió en una de mis razones para ser un ejemplo a seguir, también me di cuenta que era una hermana un tanto exigente, pero siempre por querer lo mejor para él”, relató.
Sobre su pequeña hermanita, esta joven amante política, la oratoria, de jugar fútbol, baloncesto, montar en bici, caminar, tomar un buen café, o simplemente tener una buena conversación, dice con firmeza que ella ha sacado su lado más tierno y cariñoso, y le imprimió el ánimo de querer cambiar las cosas e incluso ha pensado en crear una fundación.
Para ella el Partido Político MIRA es su segundo hogar. “A mis 14 años conocí el Partido, siempre me había interesado la política y al escuchar de esta colectividad decidí averiguar de qué se trataba. Una vez llegué a aquella reunión, donde se estaban haciendo los preparativos para celebrar el cumpleaños 13, decidí seguir aprendiendo de todas esas grandes personas que conocí. Personas que hoy puedo llamar familia. MIRA se convirtió en mi segundo hogar, los valores que se enseñaban, las personas con quienes compartimos y en especial el ver que no todos los políticos eran malos, sino que se podían hacer las cosas diferentes, que la política bien hecha cambia la vida de personas, comunidades enteras. Eso me enamoró”, expresó.
Recordó cuando llegó a Juventudes MIRA y que ello le causó curiosidad. “A mí me gusta la política porque en ese momento la veía como una herramienta, no me gustaba digamos que la gente se quejaba y que no hacían muchas cosas para cambiar las cosas, para mí la política era la forma de poder cambiar las cosas”, dijo Lina, apersonada de su oratoria, porque igual que Mario, El Cartero, sabe bien que con la lectura y sus libros, se le “enseñó a usar la lengua para algo más que pegar estampillas”.
En la universidad, la joven ‘pila’ ha tenido la oportunidad de entrar en la sociedad de debate y ha podido asistir a algunos torneos. “Me parece muy importante poder manejar ciertas cosas en cuanto al miedo de hablar en público. No sé mucho, pero con lo poco que sé me gustaría poder apoyar a los jóvenes”, recalcó.
Para Lina ser miraísta es un estilo de vida, es un superarse a sí mismo constante, es un vivir para servir, es un enseñar y aprender, a la vez que reiteró en que su trabajo en el Partido le ha brindado transformar el pensamiento de muchos, como el de su misma familia. “Es curioso porque mi núcleo familiar cercano era apático a la política, pero igual mis papás siempre me han apoyado en todo. Ellos lo que siempre me han inculcado es que lo que uno quiere hacer lo debe trabajar duro para lograrlo”.
Ella es Lina Yureni Cuadros Puentes para quien la política es servicio y para quien sabe usarla para el bien común, así como la poesía, que no es de “quien la escribe, sino de quien la usa”, como diría El Cartero.