La Paz en el Horizonte – Parte 3 Por: Carlos Alberto Baena López

En esta tercera y última entrega sobre lo que hemos llamado “La Paz en el Horizonte”, reflexionaremos respecto del papel que las víctimas están llamadas a plantearse, en la construcción de Paz en Colombia, y los retos que le esperan al Gobierno, el cual debe actuar como garante y motivador, de modo que a instancias suyas, las circunstancias se vuelvan propicias a favor de tan noble propósito.

Uno de los males más representativos que ha dejado tras sí el conflicto en Colombia, es precisamente una larga estela de víctimas, directas e indirectas, que por causa de la acción armada, se vieron forzadas a vivir circunstancias adversas.

De acuerdo con la Unidad para las Víctimas, al primero de enero de este año, 7.860.385 personas estaban registradas oficialmente. El hecho más recurrente, es sin duda el fenómeno del desplazamiento, que agrupa en el país a 6.646.395 individuos. En el Huila por ejemplo, se encuentran inscritas cerca de 200.000 personas, de las cuales más de dos terceras partes, han tenido que huir forzosamente de sus hogares.

A lo anterior hay que sumarle el éxodo de los colombianos hacia el exterior, quienes amenazados y desplazados por el conflicto, y dejando su historia, sus costumbres, su pasado y hasta sus sueños, buscaron refugio cruzando las fronteras. La diáspora de colombianos que lograron establecerse en otros países, está compuesta por millones de compatriotas, que aún permanecen por fuera de las estadísticas oficiales.

Pues bien, lo menos que pueden hacer estas cifras tan escalofriantes, es motivar al Gobierno para que tenga en cuenta a las víctimas; más allá de la expedición de una ley, que ya existe, o de la meritoria tarea administrativa de registrar, clasificar y brindar unas primeras atenciones; desde una óptica más integral.

Es imperativo desarrollar una estrategia omnicomprensiva que en lugar de “revictimizar” a quien ha padecido el conflicto, o de promover la sola expectativa de alguna clase de indemnización, se enfoque en estimular desde el origen, desde lo más íntimo del ser, la esperanza. Niños y jóvenes, hombres y mujeres, deberían volver a creer, con bases firmes y estables, en un futuro más prometedor, para los suyos y para sí mismos, un futuro en el que la Paz en el Horizonte sea vista desde el amanecer de cada mañana, se disfrute como asunto cotidiano y permanezca constante y enriquecida hasta el día siguiente.

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