Aunque se ha avanzado en este tema, la falta de apoyo gubernamental o del sector privado, enfrenta a los deportistas a condiciones muy precarias. La Crónica del Quindío.
Los triunfos y hazañas de nuestros deportistas por el mundo, sin temor a generalizar, provoca en nosotros orgullo patrio. No es un secreto que gran parte de la alegría reciente para el país, ha tenido que ver con la palabra deporte; ya sean “pedalazos” de vida, saltos de alegría, “moñonas”, contrarreloj de emoción o simplemente un gol de esperanza; todos estos se han transfigurado en unión, permitiendo que Colombia sonría.
Los esfuerzos de colombianos como Nairo Quintana, campeón el año pasado del Giro de Italia y dos veces subcampeón del tour de Francia; Clara Juliana Guerrero Londoño, bolichera cuyabra, la mejor del planeta y con varios títulos mundiales; o los saltos largos de Catherine Ibargüen, campeona mundial, plata olímpica y recientemente campeona Panamericana; o las 27 medallas de oro en los Juegos Panamericanos de Toronto, finalizados hace pocos días, por nombrar solo algunos, nos han ofrecido la oportunidad de reconsiderar objetivamente cuán imperativo es que, directamente proporcional a sus logros y victorias, sean reconocidos y apoyados como merecen.
Nairo, Clara Juliana, Mariana, Yosimar, James, Catherine y un sinfín de aguerridos compatriotas, desarrollaron su papel de héroes con minucioso detalle, aferrándose, con ejemplar persistencia, al sueño de mostrar los colores patrios por el mundo. Cada uno en su disciplina brilla de manera tal que han convertido a los colombianos en expertos de salto largo, bolos, tenis, fútbol, ciclismo, taekwondo, BMX, o patinaje, entre otros. Junto con la alegría que sus triunfos nos proporcionan, ponen a pensar a todo un país en cómo habrá sido su camino para llegar hasta allí.
Aunque el hoy, en este aspecto, sea un poco mejor que el ayer, la falta de apoyo gubernamental o del sector privado, enfrentan a los deportistas a condiciones muy precarias. Algunos abandonan sus sueños y talento porque no cuentan con los recursos para seguir adelante. La fuerza de las circunstancias los margina del deporte, toda vez que su amor por la disciplina que escogieron, se ve ahogado por las dificultades para conseguir el sustento propio, y el de sus familias.
Es el momento de dar un salto, un salto tan largo como los de Catherine Ibargüen, que lleve a que más empresas tanto privadas como públicas destinen ayudas a aquellos deportistas que hoy por hoy ondean la bandera de Colombia en lugares como Canadá, Italia, Francia o España; que escriben con esfuerzo páginas doradas para el deporte colombiano; que se constituyen en ejemplos claros a seguir para nuestra juventud.