Terremoto: deuda social con el Quindío, dice Vocera de MIRA, Aydeé Lizarazo

Hace trece años, un fuerte terremoto con una magnitud de 6,4 grados en la Escala de Richter, afectó grandemente al Eje Cafetero. Departamentos como Quindío, Risaralda, Caldas, Tolima y el Valle en la zona norte, vieron afectados sus infraestructuras físicas y donde cientos de personas fallecieron y miles de familias lo perdieron todo. El sismo ocurrió el 25 de enero de 1999 a la 1:19 p. m., pero las réplicas vinieron una a una y, sobre las 5 y 40 de la tarde, se presentó la más fuerte que ocasionó el derrumbe de edificaciones que habían quedado averiadas o debilitadas en su estructura, causando aún más pánico en los habitantes que en ese momento trataban de auxiliar a otras personas o rescatar algunas de sus pertenencias y lo que hallaron fue la muerte porque el derrumbe de casas y edificios a esa hora fue letal.
En Armenia, el desastre destruyó las principales estructuras de control y socorro de la ciudad como el cuartel de la policía que se derrumbó; la estación de bomberos donde el colapso trajo consigo la pérdida de vidas humanas, así como de los vehículos de socorro; la oficina de Medicina Legal y la Defensa Civil quedaron igualmente destruidas, por lo que no hubo medios para un adecuado auxilio a la población ni tampoco un reporte oficial de víctimas.
El Quindío cuenta con cerca de ocho mil fincas cafeteras, muchas de las cuales fueron completa o parcialmente destruidas, afectándose la actividad económica de la región basada en el cultivo del café. Las empresas e industrias fueron altamente lesionadas; muchas estuvieron fuera de servicio de manera temporal y otras, de forma permanente porque sus dueños no tuvieron como recuperarlas de nuevo.
El proceso de la reconstrucción que se dio en el Eje Cafetero ha servido de ejemplo para el país, aun para el mundo: en corto tiempo se edificaron viviendas, vías, instituciones públicas y privadas, así como su dotación.
Un ejemplo de ello es Armenia, donde 13 años después, quienes vivimos y conocimos la realidad de la ciudad, podemos decir que la Armenia de hoy no es la misma de 1999.
En la parte física contamos con nuevos barrios (La Fachada, Jardín de la Fachada, El Plan Piloto, Simón Bolívar, La Cecilia, La Grecia, Las Colinas, La Mariela) donde residen cerca de quince mil familias reubicadas que adquirieron su vivienda por parte del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero-Forec ; nuevas edificaciones oficiales como el Centro Administrativo Municipal-CAM-, el Comando de la Policía Quindío, la Estación Oficial de Bomberos, la Central Minorista, instituciones educativas con nuevas plantas físicas; entre ellas, el Instituto Técnico Industrial-ITI, el Rufino Centro, La Escuela Normal Nacional, el colegio Oficial Santa Teresa de Jesús, el Bloque de Ingeniería de la Universidad del Quindío y nuevas infraestructuras viales y puentes, entre otros.
Todo esto tan lindo en medio de la catástrofe, hoy nos ubica como una de las ciudades capitales con mejores condiciones física en el país lo que ha hecho que el Departamento Nacional de Planeación nos califique en el Sisbén con un nivel o puntaje alto, afectando así a miles de personas que, a pesar de la reconstrucción física, no tuvieron reconstrucción social. Esta nueva metodología da a entender que en el Quindío no hay pobreza, porque un pobre del Quindío no es lo mismo que un pobre de otra región del país.
Al ser calificados en un nivel alto por las condiciones y calidades físicas que se tienen, no se puede privar a miles de personas de acceder a las ayudas o subsidios focalizados por el Estado para erradicar la pobreza como es la salud subsidiada, ayuda económica a los adultos mayores, alimentación para adultos mayores, familias en acción, y otros beneficios como el descuento en la libreta militar para los jóvenes, para nombrar algunos.
El Estado tiene una deuda con las familias del Quindío; es un departamento que bastante aportó a la economía nacional con la producción cafetera y no se ha visto recompensado en la inversión para la recuperación del tejido social; prueba de ello, es el alto índice de desempleo que se ostenta en el ámbito nacional, con una desocupación que está por encima del 17 %, los altos índices de delincuencia común, de drogadicción, de suicidios, micro-tráfico, economía informal y violencia intrafamiliar; son estas, realidades que el terremoto nos dejó y sobre las cuales se debe poner toda la atención en los diferentes planes de desarrollo municipales y departamental.
El llamado es a los nuevos gobernantes, a la clase política de la región, a estamentos cívicos y sociales y demás autoridades a unir esfuerzos para generar políticas y programas a corto y mediano plazo que afronten la crisis social y la búsqueda constante de un bienestar social para nuestras comunidades vulneradas.